Unknown
Si la filosofía aspira a ser una sabiduría y no un simple conjunto de opiniones más o menos hilvanadas, no debería renunciar a la actualización permanente en los avances del conocimiento científico. Esa actualización, aunque muchas veces de manera parcial, ha sido practicada por los mayores exponentes de la historia de la filosofía. Incluso su mayor o menor acercamiento a esos avances permitiría explicar tanto sus aciertos como sus debilidades (valga esto como hipótesis de trabajo). Pero aún aquellos que no han procurado intencionalmente estar al día en los diversos campos del conocimiento, no han podido sustraerse a su influencia.
De lo contrario, la filosofía corre el grave riesgo de quedar reducida a una especulación hueca y a propuestas que carecen de toda posibilidad de corroboración empírica. Una filosofía que estuviera advertida de sus propios límites, debería tomar “a préstamo” muchos de los avances investigativos de otras disciplinas y así estar en condiciones de elaborar alguna síntesis y coordinación propia. Ya lo había advertido Kant: “Pensamientos sin contenido, son vacíos; intuiciones sin concepto, son ciegas.”

Como señala Bruno Dubuc en el trabajo que aquí se presenta en versión castellana, las referencias filosóficas a la “naturaleza humana” o a la distinción entre “caracteres innatos y adquiridos” (son sólo dos ejemplos) deberían ser revisadas a la luz de los conocimientos actuales.

El cuarto concepto señalado por Dubuc nos dice que “el cerebro no es estático sino que se modifica constantemente durante toda nuestra vida”. Sin embargo sigue prevaleciendo en la imagen social de los procesos mentales – a la que la mayoría de los filósofos adhieren - la idea que el cerebro funciona como una máquina o un mecanismo, con el añadido contemporáneo de un sinnúmero de figuras sacadas de la cibernética. Se habla de estar “programados”, de tener algunos “chips activados/desactivados” para una cierta función, del “disco duro” de la mente, etc. Sin embargo, la plasticidad sináptica de las neuronas pone de manifiesto una combinatoria que más allá de la complejidad neurofisiológica y química que encierra, sugiere un vastísimo campo de conexiones posibles, susceptibles de ser desarrolladas… o no. El modelo instalado de reacciones estereotipadas parecería ser un obstáculo a superar.

Los conceptos quinto a séptimo nos alertan contra tanto reduccionismo genético difundido casi a diario por los medios de comunicación, que omite el papel de nuestra interacción con el mundo y/o lo simplifica de manera burda. Si desde la filosofía se intenta aportar algo de sentido crítico al respecto, no lo podrá hacer desde el “analfabetismo genético”, como tampoco soslayando la multiplicidad de factores que hacen al conocimiento humano.

También constituyen un llamado de atención a un hecho con frecuencia relegado al olvido por los filósofos: el cerebro sirve para actuar.
0 Responses

Publicar un comentario